12 de junio: Un día para recordar

12 de junio: Un día para recordar

¿Por qué es tan significativa esta fecha en nuestro país? ¿Qué ocurre ese día?¿Qué objetivos tenía en su inicio la UE llamada entonces CEE? ¿Qué historia hay detrás de este día? ¿Cómo llegamos a la Unión Europea? ¿Qué impacto tuvo en la economía? ¿Quién llevo acabo este procedimiento? 

A continuación, empezaremos contando la historia de como llegamos a este día y nombraremos a las personas más significativas que hicieron posible que este Tratado se firmara. Sin embargo, hubo varios inconvenientes que veremos a lo largo de este artículo.  

Serían aproximadamente las 9:00 de la mañana del 12 de junio de 1985, cuando el presidente Felipe González se encontraba en el aeropuerto de Barajas, para ir camino de Lisboa en una avión de la Fuerza Aérea Española. Junto a él Fernando Morán, Ministro de Asuntos Exteriores, y Manuel Marín, Secretario de Estado.

Ese día se firmó en el Palacio Real de Madrid el Acta de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. El 1 de enero de 1986, España se convertía en miembro de pleno derecho de la CEE (hoy Unión Europea). Este hito representó el final de un largo camino que comenzó en plena dictadura y que estuvo plagado de obstáculos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, España se vio aislada. Todo comenzó el 17 de julio de 1945. El presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, el de la URSS, José V. Stalin, el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill y el nuevo primer ministro electo del país, Clement Attle se reunieron en la localidad alemana de Potsdam para establecer el orden mundial de postguerra. En el comunicado final incluían un párrafo dedicado a España.

Churchill, Truman y Stalin en la Conferencia de Potsdam

En el citado documento se decía: “Los tres Gobiernos se sienten obligados a especificar que, por su parte, no apoyarán solicitud alguna que el Gobierno español pueda presentar para ser miembro de las Naciones Unidas, por haber sido establecido dicho Gobierno con la ayuda de las potencias del Eje y porque en razón a su origen, naturaleza, historia e íntima asociación con los Estados agresores, no reúne las condiciones necesarias para justificar su admisión.”.

AISLAMIENTO

La culminación del aislamiento se produjo el 12 de diciembre de 1946 fecha en la que la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada ya en Nueva York, recomendó que se sancionase a España con la retirada de embajadores. La medida fue aprobada por 34 países, con 13 abstenciones y 6 votos en contra.

Las sanciones se levantaron el 4 de noviembre de 1950 a través de una resolución en la que autorizó a los Estados miembros a enviar embajadores a Madrid. Se levantó simultáneamente la prohibición de admitir a España en las Instituciones especializadas de la ONU. Sin embargo, España no ingresó en las Naciones Unidas hasta el 15 de diciembre de 1955, después de que el régimen de Franco hubiese recibido un importante espaldarazo por parte de Estados Unidos.
   Representantes de los Gobiernos de España y EE.UU. suscriben los Pactos de Madrid.
El 23 de septiembre de 1953 fueron firmados los Pactos de Madrid entre Estados Unidos y España. Según los mismos, se instalarían en territorio español cuatro bases militares estadounidenses a cambio de ayuda económica y militar. Para el régimen franquista supuso, junto con el concordato con la Iglesia católica firmado un mes antes, la integración definitiva en el bloque occidental tras el aislamiento que había padecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El germen de la Unión Europea

Mientras todo esto ocurría, en Europa se daban los pasos para una integración entre países que potenciara la cooperación y evitara posibles enfrentamientos bélicos, como los dos que habían desangrado al continente en el siglo XX. El 23 de julio de 1952 se firmaba en París el Tratado Consultivo de la Comunidad Europea el Carbón y del Acero (CECA). Por primera vez, seis Estados europeos aceptaban seguir la vía de la integración: Francia, República Federal de Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
                                                                                   Firma del Tratado de Roma.

El 25 de marzo de 1957 se firmaron en Roma los Tratados constitutivos de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA, llamada Euratom). Mientras que el objetivo de la CEE era establecer un mercado común basado en las cuatro libertades de circulación de mercancías, personas, capitales y servicios, Euratom buscaba coordinar el suministro de materiales fisionables y los programas de investigación ya iniciados por los distintos Estados o que éstos se disponían a lanzar con miras a la utilización pacífica de la energía nuclear.

Hubo muchos países que permanecieron ajenos a estos importantes cambios por decisión propia. Este sería el caso de Reino Unido o Suiza. Pero hubo otros, como España, a los que se les cerró la puerta desde el primer momento.

Primer intento de España

El régimen franquista, consciente de la importancia de la cooperación entre países que se estaba produciendo en Europa, vio la necesidad de llegar a algún tipo de acuerdo para formar parte del nuevo club. Así el 9 de febrero de 1962, el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella dirigió una carta al presidente del Consejo de la CEE, entonces el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Maurice Couve de Murville, en la que en nombre del Gobierno español solicitaba “una asociación susceptible de llegar en su día a la plena integración después de salvar las etapas indispensables para que la economía española pueda alinearse con las condiciones del Mercado Común”.

                                                                                       Fernando María Castiella.

El mensaje del ministro Castiella no mereció más que un acuse de recibo cortés. En ese momento la incorporación de España a la Comunidad Europea estaba bloqueada. Los tratados recogían que toda nueva incorporación se aprobase por unanimidad y España no la obtendría. Además, en un documento conocido como Informe Birkelbach, y que fue presentado en el Parlamento Europeo el 15 de enero de 1962 con el título "Los aspectos políticos e institucionales de la adhesión o de la asociación a la Comunidad", se exigía como requisito para entrar en el club europeo ser un país democrático. Sin embargo, no impedía mantener otro tipo de relaciones.

Entre 1966 y 1970 se produjeron negociaciones entre ambas partes para firmar un Acuerdo Preferencial Comercial y Aduanero, que fue finalmente suscrito en Luxemburgo en junio de 1970. El pacto tenía por objeto la supresión progresiva de los obstáculos a los intercambios y un acercamiento en dos etapas a una zona de libre comercio o a una unión aduanera.

Este acuerdo supuso el inicio de una etapa de colaboración entre España y la Comunidad Europea en el plano económico. Pero esto no se reprodujo en el ámbito político por la intensificación de la política de represión del régimen cuando estaba en sus últimos estertores.

Una nueva etapa

Tras la muerte de Franco, y con el inicio del proceso de transición hacia la democracia, hubo quien pensó que la entrada de España en la Comunidad Europea sería sencilla, pero nada más lejos de la realidad.

El 26 de julio de 1977, el Gobierno español, entonces dirigido por Adolfo Suárez, realizó una solicitud formal de ingreso en el club europeo. Al contrario de lo ocurrido en 1962, la Comisión aprobó iniciar las negociaciones de adhesión el 29 de noviembre de 1978. La decisión de la Comisión tenía una fuerte carga política en tanto que suponía un apoyo para fortalecer la embrionaria democracia española. Sin embargo, este proceso, en el que también estaban Portugal y Grecia, presentaba dificultades económicas dado el menor desarrollo de estos estados del sur de Europa y suponía que la CEE pasara a tener 329 millones de habitantes, lo que conllevaba cambios institucionales de gran calado.

                                                                                           Adolfo Suárez.

Antes de avanzar en las negociaciones, entre 1977 y 1980 España tuvo que ir cumpliendo los requisitos relacionados con los valores europeos y el respeto a la dignidad de las personas. España ratificó los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y de Derechos Económicos y Culturales de las Naciones Unidas, se convirtió en miembro del Consejo de Europa y firmó el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales. También suscribió la Carta Social Europea y formuló la Declaración reconociendo la competencia de la Comisión Europea de Derechos Humanos para tramitar demandas de particulares.

Las negociaciones entre España y la CEE comenzaron el 5 de febrero de 1979. En el primer encuentro participaron Jean François-Poncet, entonces Presidente del Consejo Europeo, y por parte española Leopoldo Calvo-Sotelo, Ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas, y Marcelino Oreja, Ministro de Asuntos Exteriores. En aquellos momentos no solo España estaba inmersa en profundos cambios, la Comunidad se encontraba en un profundo proceso de transformación, lo que a la postre terminaría ralentizando la adhesión de España.

En septiembre de 1980 se produjeron una serie de cambios en el Gobierno español que representaron un cambio en los interlocutores, ya que Calvo-Sotelo fue nombrado vicepresidente económico. Aunque esto no influyó en el ritmo de las negociaciones, el avance de estas se veía constreñido por los problemas internos de la Comunidad. El Gobierno británico había lanzado un órdago para reducir su aportación al presupuesto comunitario. Al final se logró el acuerdo, pero después de unas duras negociaciones.

Cuando en febrero de 1981 se produjo el intento de golpe de Estado en España, las alarmas se encendieron en Europa. Había que ayudar a la joven democracia española a asentarse. Esto llevó a que el 11 de marzo de ese año el Parlamento Europeo solicitara que las negociaciones de adhesión de España se aceleraran. Pero esto no ocurrió.

Leopoldo Calvo-Sotelo llega a la presidencia del Gobierno aupado por un partido Unión de Centro Democrático, en plena descomposición. La unanimidad mostrada por los partidos políticos españoles a la hora de apoyar el ingreso de España en la Europa comunitaria saltó por los aires con la adhesión de España a la OTAN, que finalmente se produjo en mayo de 1982. Durante el otoño de 1981, el Parlamento Europeo recomendó al Consejo Europeo y al Consejo de Ministros la adopción de la fecha del primero de enero de 1984 como la más tardía para la adhesión de España y Portugal a la Comunidad.

Gobierno del PSOE

En octubre de 1982, el PSOE, con Felipe González a la cabeza, gana las elecciones con mayoría absoluta. El nuevo encargado de las negociaciones como ministro de Asuntos Exteriores es Fernando Morán. Desde 1981 Francia, el país que más reticencias ponía a la entra de España en la Comunidad, estaba presidido por el también socialista François Mitterand, lo que mejoró la sintonía entre los dos países y un cambio de postura de Francia.

Ya en el verano de 1981 Francia exigió a España un compromiso claro de que iba a introducir en su sistema fiscal el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) como muy tarde en el momento de la adhesión. Además, y esta era la razón principal de la reticencia francesa a la entrada de España en la Comunidad, los franceses veían en los sectores agrícolas y pesqueros de España un peligroso competidor para sus intereses.

A pesar de que se preveía terminar las negociaciones el 1 de enero de 1984, esta fecha se vio postergada varias veces por los Estados miembros, especialmente Francia, que ante la competencia de los productos españoles presionaron para revisar la Política Agraria Común (PAC) antes del ingreso.

En una importante cumbre celebrada en la ciudad alemana de Stuttgart en julio de 1983 se planteó la reforma de la PAC, la reforma de los Fondos Estructurales, la instrumentación de nuevas políticas comunitarias y el incremento de los recursos propios. Además, se decidió profundizar en la integración europea.

La cuestión de la OTAN

En el largo proceso de negociación entre España y la CEE hubo una serie de temas que de una forma u otra afectaron al mismo. Entre estas cuestiones estaban la pertenencia y mantenimiento de España en el seno de la OTAN, el reconocimiento del Estado de Israel, la actitud de Francia en la lucha antiterrorista, o el órdago lanzado por el Gobierno de Suárez en la apuesta por una política neutralista y no alineada, como forma de presión para que se aceleraran las negociaciones en curso.


Finalmente, las resistencias de los miembros de la CEE se lograron vencer cuando Felipe González aceptó la permanencia de España en la OTAN, lo que suponía un giro de 180 grados de lo que había sido hasta entonces su política sobre la Alianza Atlántica. Este paso se concretó en un referéndum que se realizó en marzo de 1986, una vez que España y había ingresado en la CEE.

Después de un periodo de intensas y maratonianas negociaciones, el 29 de marzo de 1985, durante la presidencia italiana del Consejo, se finalizaron las negociaciones de ingreso de España. Aún así hubo que rematar algunos asuntos pendientes, especialmente relacionados con agricultura, pesca, asuntos sociales, Canarias y recursos propios. Tras 61 rondas de contactos, de las que 29 fueron a nivel ministerial, el 6 de junio de 1985 se finiquitó el proceso.

Finalmente, el Acta de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea se firmó en Madrid el 12 de junio de 1985 por el Presidente del Gobierno, Felipe González, en el Salón de Columnas del Palacio Real. Estuvieron también presentes el Ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán; el Secretario de Estado de Relaciones con las Comunidades Europeas, Manuel Marín, y el Embajador Representante Permanente ante las Comunidades Europeas, Gabriel Ferrán. Ese mismo día Portugal también firmaba su Tratado de Adhesión.

El 1 de enero de 1986, España y Portugal se convertían en miembros de pleno derecho. Nacía así lo que se conoció como la Europa de los Doce y se cerraba para España un proceso iniciado hacía 25 años.

RESULTADOS ECONÓMICOS

La entrada de España en la Comunidad Europea ha sido, sin duda, uno de los principales motores de la modernización experimentada por la economía española.

La integración supuso la culminación de un proceso de apertura que se había iniciado algunas décadas antes y que se aceleró notablemente desde 1986. En términos de flujos comerciales, la suma de exportaciones e importaciones que en 1986 representaba el 35,9% del PIB llegó al 62,2% en el año 2000. Un cambio de porcentajes que representa la transición desde una economía todavía relativamente cerrada hacia un grado de apertura comparable a los de las economías con mayor tradición de integración internacional.

La variación neta de activos y pasivos exteriores en porcentaje del PIB pasó del 2,2% y 0,7%, en 1986, al 26,6% y 28,8%, respectivamente, en 2000. A su vez, la inversión extranjera directa en España ha pasó del 1,4% al 6,6% del PIB durante el mismo período de tiempo, mientras que la inversión directa de España en el resto del mundo aumentó desde el 0,2% al 9,6% del PIB.



Por todo ello podemos concluir que los procesos previos de apertura de la economía española ya habían preparado gradualmente el terreno para facilitar la liberalización definitiva del comercio exterior, pero que, sin duda, el propio Tratado de Adhesión se reveló adecuado para posibilitar la adaptación a las nuevas circunstancias. La labor de todos aquellos que, desde posiciones políticas o profesionales, contribuyeron a la arquitectura y contenido del Tratado a lo largo de ocho años de negociación (1977-1985) debe ser pues reconocida como un factor decisivo en el éxito de la gran operación política y económica que supuso la incorporación de España a la CEE, y a la corriente de construcción a largo plazo de una Europa Unida.

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